abandono
ABANDONO. Jorge Muñoz Gallardo.
La bella Blanca Nieves estuvo unos cuantos meses con los siete enanos, pero, como es natural en un espíritu joven y lleno de vida, abandonó a sus protectores para trasladarse a la ciudad anhelando acontecimientos que hicieran vibrar su corazón, pensando, tal vez, en el príncipe azul, pero no ya como ensoñaciones y fantasías sino como una realidad bien concreta. En esa búsqueda azarosa fue rodando de una experiencia a otra, de un fracaso a otro, hasta terminar bailando desnuda en un burdel de pueblo costero, aplaudida y deseada por marineros borrachos, que le gritaban toda clase de obscenidades mientras la muchacha se quitaba la ropa y se movía al compás de los tambores. Por su parte, los enanos, presa de una enorme desilusión, por haber perdido a su musa inspiradora, abandonaron la mina de oro y su casa en el monte y bajaron al pueblo, recorrieron ciudades, reinos y aldeas, para terminar trabajando en una compañía de teatro ambulante. En cuanto a la reina, murió de ira profunda después de mirarse en el espejo. El castillo donde vivió la hermosa Blanca Nieves, es decir, la causante de las desdichas y la neurosis de la reina, se quedó abandonado, se fue cubriendo poco a poco de maleza, el bosque avanzó hacia la edificación, arbustos y plantas trepadoras subieron por los muros y las torres, y con el paso del tiempo sólo sirvió para nido de los pájaros y escondrijo de roedores e insectos, también, de guarida de peligrosos bandidos.
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